Por María Fronchkowsky
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
2010
He vivido muchas situaciones temibles, pero ninguna como la que me tocó protagonizar el año pasado.
Una amiga íntima, que es muy afecta a todo lo relacionado con los espectros y las almas en pena, sufrió en el pasado un episodio cercano a la muerte.
Desde ese momento, alguien más vive con ella.
Se trata de una joven de apariencia muy similar a la de mi amiga. Una vez, se comunicaron mediante el juego de la copa y el espectro le aseguró que iba a acompañarla eternamente. Mi amiga, muy aturdida, decidió consultar su caso con un chamán y éste le dijo que la chica había muerto por lo mismo que le había sucedido a mi amiga, pero la diferencia era que nadie se había ocupado de ayudarla a salir adelante.
El chamán se ofreció a sacarla de su lado, pero el espectro no se dejó.
Pasaron muchos años hasta que mi amiga se animó a contarme de la presencia, pero desde que lo hizo (y cada vez que nos juntamos), siento a la otra. No puedo verla, pero sé que me toca los brazos y el pelo cuando está cerca.
Siempre tuve miedo a lo sobrenatural y también recuerdo – claramente – los cinco años de terapia a los que me sometí para superar otros temores. Sé que los vampiros no existen, o que no van a entrar por la puerta de mi casa.
Sé que puede resultar absurdo lo que digo y que mucha gente podría preguntarse si de verdad creo en la presencia de la otra o estoy completamente loca.
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