martes, 18 de mayo de 2010

Por una pierna

Por Marfil Alexis

Taller de Comprensión y Producción de Textos

Tecnicatura en Periodismo Deportivo

Año 2010

Siglo XXI y todavía hay presentes temas en la sociedad tan antiguos como el fuego. Parece inverosímil que en estas épocas de tantos adelantos tecnológicos, nuevas ideologías, caminos en la forma de vida, todavía haya segregación racial, discriminación a personas deficientes mentales, con dificultades físicas o por su condición sexual.

Esta situación la vivió muy de cerca una persona llamada Oscar, un adolescente de 17 años oriundo de Paraguay pero que ya desde hace 5 años vivía en Buenos Aires.

El guarani tuvo un terrible accidente cuando tenía 10 años de edad, en el cual había perdido la pierna izquierda, y este, por más inescrupuloso que suene, era motivo de burlas y cargadas de sus compañeros de colegio. Eso se le sumaba a que también era discriminado por ser paraguayo.

Ser de otro país y tener una dificultad física eran motivos suficientes para excluir y hacerlo sentir mal al joven del país vecino.

Osmar era víctima de los peores insultos, de las burlas más descorazonadas y eso denigraba cada día más a su persona.

Un día, en el medio de la calle, cansado de ser tan martirizado dijo de hacer una apuesta a uno de sus compañeros (si se les puede llamar así). ¿En qué consistía la apuesta? Trataba de jugarle una carrera de 100 metros en la pista de atletismo del colegio.

Nuestro amigo paraguayo quería demostrar a todos y también a él mismo que el faltarle una pierna no es ningún obstáculo y que eso no lo hace menos persona.

La elección de su adversario no fue casual, ya que su contrincante era uno de las personas que más lo embromaba y además de ser un atleta reconocido en el mundo de las competencias escolares.

El deportista se le rió en la cara a Oscar, pensando que era imposible perder una carrera con alguien que le faltaba una pierna, pero finalmente presionado por su ego acepto el desafío.

Llegó el día del enfrentamiento y Oscar apareció caminando y sin sus muletas que siempre lo ayudaban a andar. Para sorpresa de todos, el protagonista estaba aparado sobre sus piernas.

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