Por Mirta Taboada
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010
French y Beruti repartieron cintas entre los patriotas que estaban en
DE
A la mañana siguiente, con todo lo que había llovido durante la gloriosa jornada, en el camino a la casa del compañero, French se embarró bastante los zapatos de repujado cuero pampeano y se salpicó un poco las blancas calzas a la moda y de contrabando, saltando los charcos y la bosta de caballo, gambeteando las huellas dejadas por las altas ruedas de los carros en las calles enfangadas.
En el patio y bajo la parra, Beruti tomaba mate con bombilla de plata virreinal cebado por criolla de trenzas nacionales. Intercambiaron abrazos patrióticos y novedades novísimas de las internas de
-Me preguntó si tenía cintas de otro color porque no le combinaban con el vestido…-dijo Beruti divertido.
-De eso te quería hablar-y ahí resopló French-.
-¿Vos las pagaste?
-¿Las cintas?¿No eran una donación del tendero?
-En principio sí.
- Que no joda entonces. ¿Somos patriotas o no somos patriotas?
French asintió pero volvió sobre el tema.
-Hoy temprano me vino a cobrar: setenta metros de blanca y cuarenta y cinco de celeste. Dice que vos le dijiste…
-¡Qué ladrón! ¿Cuántos metros tiene cada rollo de ésos?
-No sé. Depende. La blanca es de acá, y la celeste es importada…-precisó French-. Pero no es eso: ahora dice que le dijeron que hubo tipos en
Beruti no pudo dejar de sonreir.
-Seguro…-dijo-. ¡Qué hijos de puta!
-¿Quiénes?
Beruti no contestó directamente:
-A la mañana no las quería nadie, ¿te acordás? Te mezquinaban la solapa…Y a la tardecita me corrían para pedirme, a ver si me quedaba alguna.
-Yo vi a un par de mulatos del Alto y a unos chiquilines que al mediodía las recogían del suelo, todas sucias-recordó French-. Por ahí las lavaron y fueron ellos los que las vendieron a la tarde.
-¡Qué hijos de puta!
-¿Quiénes?
Otra vez, Beruti no contestó directamente:
-Esto así no va a andar –dijo dándole una larga chupada al mate-. ¿Cuánto nos quiere cobrar?
Por toda respuesta, French le alcanzó la factura doblada en cuatro y escrita con tinta azul. Beruti la desplegó, frunció el entrecejo, meneó la cabeza.
-Es un fangote. Y el rollo de la celeste que pone acá estaba empezado.
- Y dice que no nos está cobrando los alfileres…
Los amigos quedaron un momento en silencio.
-¿Qué le digo?-dijo French.
-Nada, que espere. Yo no pienso pagar, no corresponde. Que le cobre al Cabildo, o mejor, a la junta.
-¿A quién?
-No sé quién va a manejar Hacienda-dijo Beruti plegando el papel.
French suspiró, se volvió a guardar la factura en el bolsillo del chaleco bordado a la moda de Francia.
-Creo que esto así no va a andar-dijo ahora él, al cabo de un momento.
-Viva
-Viva.
Y el mate estaba frío.
Dos pares de pies esperaron frente a la fachada del almacén de paredes rústicas y de color ceniciento. Las blancas calzas foráneas seguían húmedas y salpicadas del impertinente y criollo barro.
-Bueno- dijo Beruti impaciente –hablá vos que fuiste el de la visita.
Una vez más, French se vio obligado a llenar el bache de silencio que dejaba su compañero. El tendero, reconocido por las voces modestas y autorizadas como comerciantes y “buen patriota”, había notado a las distinguidas figuras de galera que deberían pagarle las cintas. Por dentro, justo antes de visitar a French, se había dicho que nadie lo pasaría por encima, traicionando su bien intencionada donación y haciéndola mercancía.
Cambiando brusca pero inconscientemente el tono de voz, French se apresuró y dijo: -mire Uzurralde, creemos que, como buen patriota que es, no pensará que nos haremos responsables por las tretas de un par de vivos…-
Antes de que el tendero pudiera contestar a tan resuelta introducción, Beruti se apresuró: -le diremos quiénes han sido los atrevidos apátridas que hicieron negocio con las insignias del proyecto, que tanto usted como nosotros, honorables caballeros y criollos defendemos. Después de todo –continuó Beruti- cuando sepa a quiénes me refiero entenderá que no forman parte de dicho proyecto, de esta nueva patria que empieza a ser libre y poderosa.-
Caía la tarde y el cielo parecía recomponerse. Dos figuras se recortaban en la escena con los pies hundidos en el lodo pegajoso. Cargaban pesadas cubetas de agua y unas cuantas mercancías que podían ser adquiridas a muy escaso valor. Decidido, Uzurralde los encaró a groso modo y “en porteño” sólo recibieron agravios y un papel arrugado que no supieron leer.
Muy buenos textos . Me pone muy contenta poder encontrar otros blogs , destinados a la escritura y poder compartir material .
ResponderEliminarSi podés , me gustaría que pases por: http://miss-olivetti.blogspot.com
Y puedas leer lo que yo escribo .
Saludos , Micaela