Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Hoy es el día
camaradas, el momento en que nuestros derechos harán eco en las tierras que
sólo nosotros transformamos en trabajo y vocación. Muchos de nosotros hemos
visto en Europa un infierno, y en América la promesa de un cielo provisto de
las mayores gracias de la naturaleza solo manchado por pureza por las pestes
capitalistas que en ella estructuran todo lucro.
También hemos
sido testigos de cómo la avaricia por la riqueza no conoce nación ni frontera
porque ni aún la abundancia de recursos puede contra el alma corrompida de los
líderes. En esta Nación, nuestra eterna segunda patria, no se mata por la carne
de un ternero; se fuerza a los menos, a los extraños, a nosotros hombres de
veinte lenguas y cultura de viejo mundo, a matarnos para llevar a la mesa de
aquellos que sólo hablan un idioma, pero añoran aparentar la cultura de todos
los nuestros.
No hay prensa
que cubra nuestra miseria, ni fiscal que vele por contrarrestarla. Y por qué
habría de recaerles a ellos, si es la mismísima Constitución la que nos
condena.
Por ello
compañeros, es digno apuntar a los únicos responsables de nuestra situación. A
los culpables de que la cama en la que reposan nuestros sueños sea la misma
tierra que sembramos, y que la hambruna y la peste sean los fantasmas diarios
en cada jornada. Los mismos que se regodean en su inmunda opulencia mientras
bufonean sobre la anarquía que nosotros predicamos: me río de su ignorancia al
creer que sólo se trata de ausencia de poder donde reúna el libertinaje y el
caos.
La Anarquía, camaradas, es la ausencia de
poder pero jamás será la ausencia de orden. Por ello, es digno demostrarles a
estos canallas que hoy nos someten, que nuestra unión de principios e ideas
puede ser para ellos infranqueable, y por tanto, se verán resignados a asumir
sus responsabilidades de vernos como dignos trabajadores, con derecho a una
vida suplida en sus más básicas necesidades, de vaciar sus bolsillos sucios por
fraude y corrupción para llenar los nuestros, austeros por la presente
injusticia.
Y finalmente, hermanos de alma y pala, es
momento de que reconozcan que la fuerza de nuestro trabajo es el único
engranaje de esta nación, y que serán sus nietos y también los nuestros los
testigos de que en mi palabra sólo hubo verdad. ¡Justicia!
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