viernes, 8 de junio de 2012

Libertad

Constanza  González Pérez
Taller de Comprensión y Producción de Textos II


Los pasillos se encontraban levemente iluminados por una pequeña bombilla que colgaba del techo. Mientras tanto, Marta caminaba atravesando puerta inspeccionando cada uno de los dormitorios. Un torpe e imprudente ruido interrumpe el examen de la superiora. Marta comienza a correr desesperadamente, agitando sus alborotadas llaves, dejando un tintineo en su caminar.
-          ¡Malditos mocosos! ¿Otra vez despiertos? – gritó la mujer.
Pero nadie le respondió a sus locos alaridos. Los niños se encontraban cada uno en su cama sin hacer ningún lío. Otras robustas y tocas mujeres concurrieron al lugar al escuchar los gritos. Balbucearon entre ellas algo incomprensible y se alejaron, dejando a Marta en la oscuridad.
Al no poder comprender lo que había escuchado decidió descansar un rato en una de las sillas del lugar. Pero entrada la noche un niño se levantó de su destruida cama. Luego llamó a uno de sus múltiples compañeros de cuarto, avisándole que la malévola mujer había sucumbido.
Varios niños se levantaron al ver aquella imagen y comenzaron a tomar algunas de sus pertenencias más apreciadas, o tan sólo aquellas únicas que le quedaban.
Uno de los niños le quitó el silbato delator a la superiora, mientras otro comenzaba a atarla en la silla. De un momento a otro, Marta se encontraba maniatada al asiento. Sólo sus ojos podían percibir lo que aquellos niños hacían.
Los pequeños niños comenzaron a huir del lugar, dejando detrás a Marta que los miraba aterrada por no poder hacer nada.
Escapando de las supervisoras lograron entrar a un bosque cercano, escondiéndose en el follaje. Uno de los jóvenes se detuvo y miró hacia atrás, recordando sus días en aquel espantoso y temible lugar. Por suerte no volvería jamás y sería libre, pensaba. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario