Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Los pasillos se encontraban levemente iluminados por una pequeña
bombilla que colgaba del techo. Mientras tanto, Marta caminaba atravesando
puerta inspeccionando cada uno de los dormitorios. Un torpe e imprudente ruido
interrumpe el examen de la superiora. Marta comienza a correr desesperadamente,
agitando sus alborotadas llaves, dejando un tintineo en su caminar.
-
¡Malditos
mocosos! ¿Otra vez despiertos? – gritó la mujer.
Pero nadie le respondió a sus locos alaridos. Los niños se encontraban
cada uno en su cama sin hacer ningún lío. Otras robustas y tocas mujeres
concurrieron al lugar al escuchar los gritos. Balbucearon entre ellas algo
incomprensible y se alejaron, dejando a Marta en la oscuridad.
Al no poder comprender
lo que había escuchado decidió descansar un rato en una de las sillas del
lugar. Pero entrada la noche un niño se levantó de su destruida cama. Luego
llamó a uno de sus múltiples compañeros de cuarto, avisándole que la malévola
mujer había sucumbido.
Varios niños se
levantaron al ver aquella imagen y comenzaron a tomar algunas de sus
pertenencias más apreciadas, o tan sólo aquellas únicas que le quedaban.
Uno de los niños le
quitó el silbato delator a la superiora, mientras otro comenzaba a atarla en la
silla. De un momento a otro, Marta se encontraba maniatada al asiento. Sólo sus
ojos podían percibir lo que aquellos niños hacían.
Los pequeños niños
comenzaron a huir del lugar, dejando detrás a Marta que los miraba aterrada por
no poder hacer nada.
Escapando
de las supervisoras lograron entrar a un bosque cercano, escondiéndose en el
follaje. Uno de los jóvenes se detuvo y miró hacia atrás, recordando sus días
en aquel espantoso y temible lugar. Por suerte no volvería jamás y sería libre,
pensaba.
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