Datteo Luis
Parodi
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Eran las dos de la mañana y el insomnio una vez más se
había apoderado de mí, por lo que decidí visitar mi cuenta de Facebook desde mi
notebook y así de esta manera contar con la compañía de alguien, al menos
virtualmente, aunque, induzco que por la hora que era, no tuve suerte. No tenía
conocido alguno conectado como para poder intercambiar algún diálogo y así
inducir el sueño. Como alternativa recurrí a lo lúdico durante media hora hasta
que por fin los párpados comenzaron a pesarme. Fue así que antes de cerrar los
juegos noté que algunos de mis contactos habían publicado comentarios pero no
quise desaprovechar el cansancio que tenía y sin darle mayor importancia. Me
acosté.
Estaba amaneciendo. El cielo recién comenzaba a
aclararse, todavía me quedaban horas de descanso pero no fue así.
Me desperté sobresaltado por el grito incesante de una
mujer, que a juzgar por el volumen de su voz no estaba a más de 30 metros . Abrí la ventana
pero no pude ver nada, entonces la curiosidad pudo más; me vestí y salí a la
calle.
Nunca pensé en encontrarme con una escena así. Salí
precavido por temor a que los gritos de
la mujer tuvieran que ver con un hecho
de violencia o que estén relacionados a un hurto, pero no fue así.
La mujer estaba siendo atacada. Había comenzado a ser
descuartizada. Su atacante era mitad hombre, mitad langosta. Cabeza ancha y
piernas y brazos muy flacos. Algo que jamás hubiera imaginado ver en la vida
real.
Con el poco de aire que tenía entré a mi casa y cerré
las puertas, las ventanas y todo posible acceso aunque en el fondo sabía que
era inútil. Además de miedo tenía intriga, quería saber qué era esa cosa.
Intenté ver televisión pero todas las señales se habían desvanecido al igual
que los teléfonos e Internet.
La computadora portátil tenía algo de batería pero era
imposible conectarse. Solo pude ver aquellos comentarios que aparecieron
repentinamente la noche anterior cuando minutos antes la red social estaba en
total reposo. Todos hacían alusión a una fuerte explosión y fuego en el cielo.
Si hubiera leído los comentarios acerca de la
explosión al momento en que fueron publicados hubiera prejuzgado que mis amigos
estaban bajo los efectos de algún alucinógeno pero con la enorme figura que
había visto segundos atrás era inevitable relacionar esa explosión con la
llegada del ser, a lo que el enigma de si estamos solos en el universo había
sido resuelto.
Los gritos en la calle se multiplicaban minuto tras
minuto. Mis pulsaciones eran altísimas y un sudor frío recorría mi frente. No
tenía ni la valentía, ni la información, ni los medios necesarios como para
huir. Opté por refugiarme en la última habitación de mi hogar y esperar,
esperar el fin.
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