domingo, 24 de junio de 2012

Volviendo a casa


Matías Ghersi
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Nadie sospechaba de la tranquilidad del mundo. Los noticieros transmitían el estado del tiempo en cualquier ciudad, sin darse cuenta de sus similitudes. El viento ya no corría, la temperatura se mantenía estable, para nosotros en un alegre día de invierno, para otros en un frío día de verano.
Cambiando de canal en la Directv que había pagado mi hermano para mí, empecé a notar este detalle a medida que visitaba cada canal extranjero.  Anotando la calidez de la temperatura en una hojita de mala muerte, me llamó mucho la atención llegar al islandian tv y ver cómo disfrutaban asombrados de los 15 grados que jamás habían vivido. En el canal español insultaban a la misma temperatura que espantaba a sus turistas de un julio desagradable.
Seguí con el zapping tratando de buscar a alguien que me explicara lo que estaba sucediendo. Prendí la radio y también me conecté a internet, pero ninguno se percataba del asombroso estado del tiempo.
El sur argentino suele ser muy lluvioso y frío para esta época del año, y los 15 grados que me regalaba el invierno no eran de desperdiciar. Así, preparé mis mates, agarré mis libros y me acerqué hasta el lago a pasar una hermosa tarde de sol. No había nadie que me acompañara, estaba solo yo y la hermosa naturaleza.
Después de cuatro horas el clima volvió a su estado normal y los 15 grados bajo cero habituales aparecieron de golpe. El frío era incontrolable. Me subí a la bici y comencé a regresar. La gente del pueblo no estaba en las calles, seguramente escondidos en sus casas, prendiendo las estufas para calmar el temblequeo de sus manos. Los perros no salían ni a ladrarme y los pájaros se olvidaron de volar por el ancho cielo. Los árboles parecían inmóviles, como observándome asombrados de mi pasar.
Sin cruzarme con nadie llegué a mi casa, prendí la estufa y me dispuse a mirar un rato de tele antes de cenar. La directv no andaba, el frío seguramente no le permitía encontrar la señal que ella tanto buscaba. Prendí la radio y tampoco sonaba, solo ese ruido insoportable de cuando no hay nada que escuchar. Imaginé algún corte de luz. Sin nada para hacer, prendí la computadora y solo logré conectarme a internet por un pequeño instante, antes de que se me cortara la señal. Alcancé a leer un inmenso cartel en una página que decía “El mundo se acaba. No queda mucho por rescatar de él. En un tiempo breve, moriríamos todos pero gracias a ellos nos vamos. En busca de una nueva vida, en otro lugar, con otra gente, con otras formas de vida. Lamentamos por los que no pudieron subir, que no son muchos, pero según los marcianos, es inevitable volverlos a buscar”.        

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