Matías Ghersi
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Nadie sospechaba de la tranquilidad del mundo. Los
noticieros transmitían el estado del tiempo en cualquier ciudad, sin darse
cuenta de sus similitudes. El viento ya no corría, la temperatura se mantenía
estable, para nosotros en un alegre día de invierno, para otros en un frío día
de verano.
Cambiando de canal en la Directv que había pagado mi
hermano para mí, empecé a notar este detalle a medida que visitaba cada canal
extranjero. Anotando la calidez de la
temperatura en una hojita de mala muerte, me llamó mucho la atención llegar al
islandian tv y ver cómo disfrutaban asombrados de los 15 grados que jamás
habían vivido. En el canal español insultaban a la misma temperatura que
espantaba a sus turistas de un julio desagradable.
Seguí con el zapping tratando de buscar a alguien que
me explicara lo que estaba sucediendo. Prendí la radio y también me conecté a
internet, pero ninguno se percataba del asombroso estado del tiempo.
El sur argentino suele ser muy lluvioso y frío para
esta época del año, y los 15 grados que me regalaba el invierno no eran de
desperdiciar. Así, preparé mis mates, agarré mis libros y me acerqué hasta el
lago a pasar una hermosa tarde de sol. No había nadie que me acompañara, estaba
solo yo y la hermosa naturaleza.
Después de cuatro horas el clima volvió a su estado
normal y los 15 grados bajo cero habituales aparecieron de golpe. El frío era
incontrolable. Me subí a la bici y comencé a regresar. La gente del pueblo no
estaba en las calles, seguramente escondidos en sus casas, prendiendo las
estufas para calmar el temblequeo de sus manos. Los perros no salían ni a
ladrarme y los pájaros se olvidaron de volar por el ancho cielo. Los árboles
parecían inmóviles, como observándome asombrados de mi pasar.
Sin cruzarme con nadie llegué a mi casa, prendí la
estufa y me dispuse a mirar un rato de tele antes de cenar. La directv no
andaba, el frío seguramente no le permitía encontrar la señal que ella tanto
buscaba. Prendí la radio y tampoco sonaba, solo ese ruido insoportable de
cuando no hay nada que escuchar. Imaginé algún corte de luz. Sin nada para
hacer, prendí la computadora y solo logré conectarme a internet por un pequeño
instante, antes de que se me cortara la señal. Alcancé a leer un inmenso cartel
en una página que decía “El mundo se acaba. No queda mucho por rescatar de él.
En un tiempo breve, moriríamos todos pero gracias a ellos nos vamos. En busca de
una nueva vida, en otro lugar, con otra gente, con otras formas de vida.
Lamentamos por los que no pudieron subir, que no son muchos, pero según los
marcianos, es inevitable volverlos a buscar”.
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