Inti Vita
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Sin haber terminado la
sesión legislativa que se daba en el Honorable Consejo Deliberante, anuncié mi
retiro. El partido al que pertenecía era mayoría en la cámara y no veía la
necesidad de participar de un prolongado debate con resultados obvios a favor
de nuestra propuesta. Entregué el material administrativo a mi secretaria, me
despedí de algunos funcionarios amigos y me dirigí directamente al ascensor
para volver a planta baja y llegar al departamento para el momento del almuerzo,
que me tenía preparado mi mujer, la
señora Elisa Cardiño de Artoli. Todo lo planeado no parecía muy difícil de
resolver.
Llamé al
ascensor, esperé la salida de una empleada de limpieza del edificio y luego
entré. Apoyé mi maletín en el suelo y apreté el botón destino a planta baja.
Desde el décimo piso hasta el quinto, todo fluyó en orden, o al menos no
percibí ningún desperfecto técnico. Cuando descendía hacia el cuarto piso, la
pantalla que indica la posición del ascensor se comenzó a descontrolar, al
momento surgió un desperfecto en la iluminación, que se apagaba y prendía
intermitentemente; un leve movimiento, y de pronto, todo se detuvo, todo como
antes. Parado en el tercer piso, insistí en mi viaje a planta baja y le ordené
al ascensor, situarme en aquél lugar. La respuesta fue contraria, comencé a
subir, me daba cuenta en el movimiento generado por la máquina, pero la
pantalla marcaba mi descenso, no era lógico su sistema. Entonces persistí, de
alguna manera lo haría entender que debía atender mis órdenes. Y lo logré.
Empezó a bajar hasta concluir en mi preferencia: la planta baja. Se detuvo tres
segundos, abrió sus puertas y como jugando conmigo, las cerró al instante y
continuó descendiendo, ¿pero hacia dónde? No había construcción por debajo de
planta baja, ni siquiera un subsuelo. Por lo que mostraba la pantalla y por el
tiempo que estuve ahí dentro, podía contar al menos 20 pisos de caída.
Sin
tiempo, para seguir redactando, concluiré de manera apurada pero ingeniosa. Con
nervios y muy exaltado comencé a golpear el maletín contra todas las paredes
del ascensor y en un rebote, sin querer, golpeé mi cabeza provocando mi
despertar. Había quedado dormido en la aburrida sesión del consejo deliberante.
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