miércoles, 14 de julio de 2010

Civilización/Barbarie



Por Paula Calgaro
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010

Me subí al auto como todos los días, encendí la radio, y como siempre, el locutor repitió: “la calle Concepción se encuentra cortada por un grupo de piqueteros…”
¡Salvajes! –pensé-. Siempre la misma historia, gente como uno que se levanta a las seis de la mañana todos los días para ir a su empleo, tiene que aguantar a n grupo de vagos que no quieren ganarse la vida de manera digna.
Para colmo, en el primer semáforo, un grupo de chicos de apariencia sucia y quienes seguramente habían ingerido algún tipo de sustancia rara, o alcohol, buscan limpiar el vidrio de mi auto. Rápidamente subí la ventana, ante el miedo a que me robaran o agredieran.
Finalmente, luego de una hora de viaje, llegué a mi oficina para comenzar mi jornada laboral. Tomé el café de todas las mañanas, leí algunas noticias de política en el diario, y encaminé a la pila de papeles que me esperaban en mi escritorio, cuando de repente, un murmullo que venía del fondo, cautivó mi atención.
Eran mis compañeros que discutían sobre una “posible decisión del jefe, respecto a un despido masivo”. Antes de que tuviese la posibilidad de opinar, me llamó, junto con un grupo de compañeros., la secretaria de mi empleador.
Nos explicó que frente a una posible crisis de la empresa, de veían forzados a “recortar el personal”. Sin aviso previo, sin indemnización, me encontré de patitas en la calle y con una paradoja reinando en mi cabeza.
La injusticia había tocado mi puerta y yo tenía ganas de luchar por eso que me habían sacado de las manos.
“Vamos a hacer un corte y que todos se enteren de esta crueldad”, dijo un compañero a mi lado. Fue entonces cuando las palabras que había escuchado en la radio resonaron nuevamente, “piqueteros”.
Una encrucijada me sacudió, ¿estaba yo a punto de convertirme en aquel salvaje a quién siempre miré de reojo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario