Por Santiago Uriens
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010
Cada año se elige el Centro de Estudiantes de la Facultad. Este hecho provoca que el edificio sea un mar de gente todo el tiempo, a toda hora. El ingreso al lugar es una odisea, llegar al aula donde se cursa es un periplo en el cual hay que esquivar personas, carteles, objetos- como televisores, parlantes y mesas-.
Desde la entrada y hasta que te sentás en el banco que te sentás en el banco y hasta escuchar la clase, tenés tipos hablándote sobre la propuesta de ésta o aquella agrupación que pretende dirigir el Centro.
A medida que uno camina, paso a paso, los individuos de los diversos grupos se multiplican inexplicablemente, surgen de abajo de la tierra, cual flor en primavera. No conozco a ningún compañero que en época de elecciones entre y salga de la facultad sin el bolsillo plagado de folletos, gacetillas, libritos o todo tipo de soporte gráfico en el cual se puedan plasmar las propuestas.
Un día tuve miedo de que un folleto de que tanto folleto provocara en mí un cambio, y que al salir me convirtiera en un papel.
Además de la persuasión vía papel, también los sonidos de los audios y videos hacen que tu cabeza, luego de estar algunas horas adentro, se sienta como un globo que de tanto aire fuera a estallar.
Durante las semanas en que los alumnos luchan políticamente, la facultad cambia de color. Las paredes ya no son blancas, algunos hasta terminan olvidándose de como eran. Los carteles, las cartulinas y afiches cubren por completo al edificio por dentro y por fuera (aunque un día creo haber visto un pedazo de pared en el cartel).
Es por eso que en las próximas elecciones votaré a la agrupación que menos intente llenarme de papeles, la que menos intente persuadirme hablándome tres horas de sus ideas. Si bien creo que el hecho de votar a quienes nos representarán es importante y se debe tomar en serio, pero creo que algunos son tan pesados que parecen ya no hacer política.
Desde la entrada y hasta que te sentás en el banco que te sentás en el banco y hasta escuchar la clase, tenés tipos hablándote sobre la propuesta de ésta o aquella agrupación que pretende dirigir el Centro.
A medida que uno camina, paso a paso, los individuos de los diversos grupos se multiplican inexplicablemente, surgen de abajo de la tierra, cual flor en primavera. No conozco a ningún compañero que en época de elecciones entre y salga de la facultad sin el bolsillo plagado de folletos, gacetillas, libritos o todo tipo de soporte gráfico en el cual se puedan plasmar las propuestas.
Un día tuve miedo de que un folleto de que tanto folleto provocara en mí un cambio, y que al salir me convirtiera en un papel.
Además de la persuasión vía papel, también los sonidos de los audios y videos hacen que tu cabeza, luego de estar algunas horas adentro, se sienta como un globo que de tanto aire fuera a estallar.
Durante las semanas en que los alumnos luchan políticamente, la facultad cambia de color. Las paredes ya no son blancas, algunos hasta terminan olvidándose de como eran. Los carteles, las cartulinas y afiches cubren por completo al edificio por dentro y por fuera (aunque un día creo haber visto un pedazo de pared en el cartel).
Es por eso que en las próximas elecciones votaré a la agrupación que menos intente llenarme de papeles, la que menos intente persuadirme hablándome tres horas de sus ideas. Si bien creo que el hecho de votar a quienes nos representarán es importante y se debe tomar en serio, pero creo que algunos son tan pesados que parecen ya no hacer política.
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