miércoles, 7 de julio de 2010

El Séptimo Integrante

Por Fausto Giorgis
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010


En un pequeño pueblo al norte de la gran capital porteña, propiedad de los estancieros más acaudalados de aquella zona rural, vivía una familia de apellido Richiotti Viera. Don Francisco Richiotti Viera, como era conocido por los pocos habitantes del pueblo, era un humilde campesino que labraba la tierra. Cada día de su vida, lo pasaba trabajando para poder alimentar a su esposa y sus cuatros hijos.
Luego de mucho esfuerzo, Don Francisco había conseguido ahorrar dinero y aquel día, por cierto domingo, se disponía a pasarlo con su familia realizando un viaje de paseo a la capital. A excepción de él y su mujer, el resto de los integrantes, no conocían Buenos Aires.
A primera hora de la mañana, los seis Richiotti Viera se encontraban en la estación del ferrocarril, esperando que apareciera el primer tren del día. Luego de un viaje sin mayores sobresaltos, arribaron a la enorme estación de Constitución y los más pequeños quedaron asombrados por lo imponente que les resultaba aquel lugar.
Caminaron, recorriendo los lugares más emblemáticos de la ciudad, y ya a la altura del mediodía, fueron a almorzar a un viejo bar del barrio Once. Durante la tarde, debido al cansancio de los niños, la familia se dirigió a los bosques de Palermo, para disfrutar de aquel espléndido día al aire libre.
Los cuatros chicos jugaron al fútbol durante más de dos horas. Cuando el Don Francisco comenzó a advertir que la tarde estaba terminando, llamó a sus hijos y todos juntos comenzaron el regreso a casa. Cuando sólo faltaban dos cuadras para llegar a Constitución, los sorprendió un oportunista fotógrafo, de aquellos que se encuentran merodeando por las calles de Buenos Aires, para cazar familias, parejas, o grupos de amigos que quisieran llevarse un recuerdo de aquella visita a la ciudad.
Ante la insistencia de sus hijos y sobretodo de su mujer, Don Francisco accedió a la toma de la foto y pagó por ella la generosa suma de quince pesos. Mientras el fotógrafo revelaba la foto, el resto de la familia se encontraba inmersa en una discusión por quién sería el primero que se bañaría al llegar. Pero a pesar de que todos hablaban a la vez, el grito ahogado del fotógrafo acaparó la atención de todos.
Se encontraba de pie, con la foto en sus manos y la miraba fijamente. Ante semejante conducta, el señor Richiotti Viera tomó la foto y ante su supresa y horror, junto a ellos aparecía un espectro blanco que saludaba a la cámara.

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