miércoles, 14 de julio de 2010

La felicidad de Emma Zunz



Por Olga Ekkert

Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010



Emma ya no tenía familia, sus seres queridos habían desaparecido o muerto. Estaba completamente sola, y en su vientre tenía a alguien que crecía con el pasar de los días.
La joven no sabía si quería tener ese hijo, ya que la criatura no iba a tener padre, y además, no la tuvo por amor, sino por venganza. A pesar de todo decidió darle vida. Ella sabía que con el tiempo no se iba a arrepentir.
Así pasaron los meses, la panza se agrandaba cada vez más, tenía los pies hinchados y no estaba de buen humor. Las contracciones eran cada vez más frecuentes, se le hacía imposible hacer esto sola. Decidió comunicarse con una de las compañeras que trabajaba con ella en la fábrica y le pidió ayuda.
Ambas, con mucho esfuerzo, siguieron adelante: Emma sin trabajo y su amiga con poca plata. Se alimentaban con pan y leche casi todos los días, era para lo único que les alcanzaba el dinero.
La ropa de la embarazada ya le quedaba muy chica, la panza crecía con los segundos y por el frío que hacía, necesitaba tenerla abrigada. Juntó toda su ropa y la cortó en trozos para poder coserlos y hacer una prenda mas grande. Todos los días se agarraba de su vientre con ambas manos y le cantaba canciones de cuna a su hijo. Sabía que la escuchaba.
Ya a pocos días de dar a luz, en Emma, en su ojos, se veía una luz que reflejaba su felicidad y su amor, por ese bebé que dentro de poco iba a estar a su lado.
Pasaron los años, madre e hijo ya estaban juntos. El parto se había realizado en la casa de la amiga de Emma, no llegaron a ir al hospital. De todas formas, era lo que ella quería.
Se anunciaba, en el afuera, que un grupo de hombres tomarían el poder. Era 1930, un 25 de marzo. Emma sostenía en brazos a su nene y apoyaba se cabeza sobre su pecho. Ya sabía lo que iba a suceder.
Se sentó en una silla, le cantó a su bebé las mismas canciones que le cantaba cuando él se encontraba en su vientre y cerró los ojos.
Estaba aguardando que irrumpieran en su casa, porque ella sabía que los golpistas la iban a asesinar por poseer ideales distintos a los de ellos. Pero no estaba triste, porque los objetivos que tenía en su vida, los había logrado. Continuó cantándole a su hijo.

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