lunes, 5 de julio de 2010

Un viaje sin regreso

Por Pablo Macaione
Taller de Comprensión y Producción de Textos
Tecnicatura Superior Universitaria en Periodismo Deportivo

“Los estaremos esperando”, decía Leopoldo Galtieri luego de declararle la guerra a Inglaterra. La respuesta no tardaría en llegar. La primera ministra británica, Margaret Thatcher, envió de inmediato a las fuerzas navales para recuperar la soberanía de las Islas Malvinas.
Todo el país seguía este incidente bélico. Algunos por televisión y otros por radio, como era el caso de Carlos Balvidares, quien no se perdía un detalle, y llevaba su radiotransmisor a donde quiera que fuera.
Cinco días después de que fuera declarada la guerra, el 7 de Abril de 1982, cuando Carlos iba de camino a su trabajo, fue interceptado por las fuerzas armadas y lo obligaron a ir a combatir a las islas Malvinas.
Este joven trabajaba en una pequeña ferretería del barrio de Almagro, en la provincia de Buenos Aires. No tenía esposa ni hijos, y tampoco hermanos, sólo a su madre de 84 años con una salud en decadencia y que dependía prácticamente de él.
El día que fue reclutado por el ejército, Carlos se iba alejando de su barrio a bordo del camión gritando: “No puedo ir, mi viejita… está muy enferma…no podrá sin mi”.
Una semana después Carlos ya estaba alojado en uno de los campamentos Argentinos ubicado en la isla Gran Malvina. Pasaban los días, cada vez se escuchaban más disparos, cada noche era más fría, cada día era más largo, y cada vez eran menos en el campamento.
Uno de esos días cualquiera llegó una carta de su madre, donde le contaba cómo sobrevivía, que la ayudaba su vecina Mabel y que lo extrañaba mucho. También le transmitió de lo que contaba la radio, que en radio Nacional decían que Argentina estaba ganando la guerra y que los soldados tenían provisiones de sobra y ropa abrigada, y que en radio Colonia de Uruguay todo lo contario y hasta le preguntó a quién debía creerle.
Carlos leyó la carta apresuradamente y la guardó ya que se estaban movilizando para atacar a los británicos. Como ocurre en las guerras todo empezó con un disparo y luego otros tantos lo prosiguieron.
La batalla fue desastrosa para el pelotón Argentino, tanto así que debieron emprender la retirada. Los soldados ingleses parecían de gran experiencia y de aspecto intimidante, casi mercenarios.
No había provisiones, comida, ni abrigo y Carlos se dio cuenta de que los soldados argentinos no superaban los 20 años, al igual que él. Durante la batalla Carlos es herido de bala en una pierna, y su herida empieza a infectarse debido a los pocos insumos que poseía el cuerpo médico.
A los dos días deben amputarle el miembro a la altura del cuádricep debido a la avanzada infección. Pero la infección seguía y el estado del soldado Balvidares iba cada día más en deceso. Es entonces que decide responderle la carta a su madre…

Junio, 11 de 1982

Querida viejita estoy en algún lugar de la isla Gran Malvina, te escribo estas líneas para transmitirte tranquilidad, me encuentro saludable e hice muchos amigos en el campamento, no nos faltan provisiones ni abrigo y la comida no es como la tuya, pero abunda.
Lo que te puedo contar del viaje, es que duró varios días arriba de un barco, estábamos muy apretados y sólo vi agua y más agua. Cuando llegué el paisaje era hermoso, pude conocer la nieve y también un frío que cortajea la cara.
De todos los días que llevamos acá, no combatimos nunca, sólo nos despertaron una vez porque se escucharon las explosiones que provocaron los aviones bombarderos, no sé si eran argentinos o británicos. No puedo extenderme mucho más en lo que escribo porque estamos constantemente moviéndonos de lugar en lugar.
Sólo deseo que estés bien, y que no te preocupes por mí, yo voy a volver, no creo que dure mucho más esta guerra. Parece que vamos a ganar.

Te quiere mucho y te extraña, tu hijo Carlos.

PD: No escuches radio Colonia.

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