Taller de Comprensión y Producción de Textos I
El
viejo sentado en la punta de la mesa,
gobernando este pequeño mundo su
familia, destapa el vino para almorzar las pastas del domingo, como de
costumbre. Mamá, la “Turquita”, prepara los ravioles con la salsa aparte, sabe
que al viejo la comida muy cargada no le apetece porque ayuda a que la acidez
aumente y que al otro día tenga que comer avena como un caballo.
Está la mesa
servida, mi hermana llega siempre tarde no sé por qué le cuesta tanto levantarse al mediodía, y si… igual a
la tía “Pety”, los mismos genes, que acaba de tocar timbre, y ya desde acá
arriba se la escucha rezongar porque el postre se está derritiendo. Y vamos
ahora con la misma pregunta de siempre…
- Hola, tía,
¿cómo te va?
- Y, querida,
acá andamos más o menos, en la lucha.
Desde
hace 18 años que vengo escuchando la misma respuesta, cuando va a ser el día
que diga: “¡Hoy ando muy bien!”. Pero eso va a ser más difícil que quitarle los
kilos a Pavarotti.
Estamos todos
sentados en la mesa que la vieja preparó, el mantel floreado con los platos y
vasos azules y los cubiertos que por cierto ya están desgastados y muy bien no
funcionan, pero no vamos a decir eso, todos nos vamos a hacer los bobos para no
quitarle la ilusión a la “Turquita” de que todo está perfecto.
Los
ravioles están exquisitos, como cada comida que ella prepara. Ahora que
terminamos de comer viene la ronda de chistes y anécdotas que siempre
realizamos después de cada comida y a la
vez hacemos la digestión para consumir el postre, así matamos dos pájaros de un
tiro.
El
famoso “tronquito” de chocolate, dulce de leche y crema de la tía es lo que
estamos saboreando en este momento, y se escucha por lo bajo…
-Definitivamente
me lo hojearon a este postre, ya no me sale como antes, eso me pasa por darle
la receta a doña zara, yo sabía que además de ladrona, era media bruja.
Y
bueno hay que entender que la “Pety” ya está grande a sus 70 y tantos, por algo
más que no sean solo sus perros, se
tiene que preocupar y donde no hay
problemas se los inventa. Papá come sólo un bocadito para no despreciar, es que
lo dulce tampoco es lo suyo. El postre estaba igual a como lo hace siempre, por eso todos le
decimos a la tía que está más rico que nunca, para que no se sienta mal.
El
almuerzo de domingo se está terminando con un riquísimo café con un chorrito de
anís árabe que nos regaló el tío Amín. Nos despedimos de la “Pety”, le decimos
hasta el próximo domingo tía, esperamos que estés bien, y nos contesta lo mismo
de siempre…
- Espero que la
presión no se me suba, después de todo lo que comí… cualquier cosita los llamo.
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