Pedro Piñero
Taller de Producción y Comprensión de Textos II
Los cánticos se agudizaban. Se oían desde un perímetro de 500 metros a la redonda.
La banda azulgrana venía copando las calles a lo largo y a lo ancho. Con rojos
vivos y azules marinos se exhibían las prendas de los simpatizantes.
El vino y el porro recorrían las manos de cada uno de los hinchas en el
condecorado ritual previo. Grandes banderas alzadas en el aire detallaban el
incondicional apoyo al club que venia luchando el campeonato.
Cada paso próximo a la cancha alteraba el deseo de ganar y proclamarse
campeones invictos como los carasucias de los años 70.
Del otro lado de la cancha, sobre la Avenida La Plata venia entrando la
banda del globo. Hundidos en el fondo de la tabla, llegaban con la ilusión de
destronar al puntero y convertirse en el verdugo de la contienda.
Los ánimos en las dos hinchadas era totalmente adverso. Los de Boedo
ingresaban al estadio con el pecho inflado. Llenos de confianza y estimulados
por la seguidilla de partidos ganados, se proclamaban como triunfadores.
Huracán mostraba la contratara. Dolidos por haber sido derrotados los últimos
tres cotejos por rivales directos de la promoción. Se hallaba en la posición
mas baja del torneo. Coqueteando con el fantasma de la B y con pocas
expectativas estaban allí, bancando al equipo de Parque Patricios.
Con el transcurso de los minutos la previa se calentaba cada vez más. Una
vez dentro de la cancha los hinchas ubicados en contraposición exclamaban
frases típicas hacia los rivales como “pechos fríos”, “sin aguante” y demás
barbaridades que fueron censuradas.
Los jugadores acababan de saltar al campo. Los árbitros se ubicaban en
sus posiciones y los técnicos desde el banco esperaron ansiosamente el pitido
inicial que sentenciaría la historia.
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