Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Ya es la cuarta vez que digo que es el
último mate de la noche. Es tarde en Barcelona y la nostalgia despierta a mi
insomnio. Hace diez años que no cruzo la 9 de Julio, que no viajo parado en el
bondi; que no escucho a alguien decirme “boludo” con ese afecto particular.
Pienso en mi huida y en el arrepentimiento, estoy tan
concentrado en las risas de mis viejos aquellos domingos de asado y charlas,
que el agua me acaba de quemar la lengua. Me hubiera gustado que el primer
pensamiento no hubiese sido “¡Joder!”.
Diez años sin escuchar la pasión en los
bares esos fines de semana futboleros. Diez años sin un choripán como la gente.
Diez años de estar solo. Quiero salir a la calle y ver
señoras regando las plantas y hablando con sus vecinas; quiero bocinazos, las
puteadas a los tacheros y la gente que va a todos lados pero a ninguno en
realidad, que camina mirando fijo al destino y desconoce su alrededor.
Inclusive eso quiero, que la calle sea una escenografía.
Quiero sentirme solo en la ciudad donde estoy más
acompañado.
Hace diez años que no canto el himno con
los pelitos del brazo levantados, porque nadie lo comparte, porque no lo siento
en el aire.
Extraño la desconfianza y el abrazo al
desconocido, el olor a las medialunas recién hechas de la panadería de la
esquina de casa, y el de la lavandina y productos de limpieza de las manos de
mamá. Las mañanas con la radio prendida y el mate cocido con leche no son lo
mismo en otro lugar.
Estoy vacío; a veces creo que dejé una
parte mía allá, pero no, me traje todo para acá, todo lo que no necesito; me
hacen falta esas calles cortadas, esas personas que te saludan en la calle,
esas personas que te chocan, esos árboles de plazas inmensas, las sierras, la
playa de la costa, el tango de fondo en algún que otro barrio porteño, ese
acuerdo silencioso en el que todos aceptamos que somos el mejor país del mundo
aunque sufrimos con cada prueba de lo contrario.
Me fui queriendo volver, me fui curioso
pero con vergüenza. No menosprecio al país que me dio abrigo cuando tuve que
escaparme de mi lugar, pero cien veces volvería para
morir en mi fracaso antes de sobrevivir donde no pertenezco.
Cambio la yerba, y como veo que ya queda poco, decido
ir a dormir. Y espero despertar de este sueño de una década y dejar finalmente,
de estar solo.
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