miércoles, 28 de noviembre de 2012

Postdata

Ana Minini Venega
Taller de Comprensión y Producción de Textos II


Ya es la cuarta vez que digo que es el último mate de la noche. Es tarde en Barcelona y la nostalgia despierta a mi insomnio. Hace diez años que no cruzo la 9 de Julio, que no viajo parado en el bondi; que no escucho a alguien decirme “boludo” con ese afecto particular.
Pienso en mi huida y en el arrepentimiento, estoy tan concentrado en las risas de mis viejos aquellos domingos de asado y charlas, que el agua me acaba de quemar la lengua. Me hubiera gustado que el primer pensamiento no hubiese sido “¡Joder!”.
Diez años sin escuchar la pasión en los bares esos fines de semana futboleros. Diez años sin un choripán como la gente.
Diez años de estar solo. Quiero salir a la calle y ver señoras regando las plantas y hablando con sus vecinas; quiero bocinazos, las puteadas a los tacheros y la gente que va a todos lados pero a ninguno en realidad, que camina mirando fijo al destino y desconoce su alrededor. Inclusive eso quiero, que la calle sea una escenografía.
Quiero sentirme solo en la ciudad donde estoy más acompañado.
Hace diez años que no canto el himno con los pelitos del brazo levantados, porque nadie lo comparte, porque no lo siento en el aire.
Extraño la desconfianza y el abrazo al desconocido, el olor a las medialunas recién hechas de la panadería de la esquina de casa, y el de la lavandina y productos de limpieza de las manos de mamá. Las mañanas con la radio prendida y el mate cocido con leche no son lo mismo en otro lugar.
Estoy vacío; a veces creo que dejé una parte mía allá, pero no, me traje todo para acá, todo lo que no necesito; me hacen falta esas calles cortadas, esas personas que te saludan en la calle, esas personas que te chocan, esos árboles de plazas inmensas, las sierras, la playa de la costa, el tango de fondo en algún que otro barrio porteño, ese acuerdo silencioso en el que todos aceptamos que somos el mejor país del mundo aunque sufrimos con cada prueba de lo contrario.
Me fui queriendo volver, me fui curioso pero con vergüenza. No menosprecio al país que me dio abrigo cuando tuve que escaparme de mi lugar, pero cien veces volvería para morir en mi fracaso antes de sobrevivir donde no pertenezco.
Cambio la yerba, y como veo que ya queda poco, decido ir a dormir. Y espero despertar de este sueño de una década y dejar finalmente, de estar solo.

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