Catalina Iltis
Taller
de Comprensión y Producción de Textos II
-Acercate –dijo Juan mientras fumaba un cigarrillo
negro.
-¿Ves esa esquina? –dijo señalando hacia el
edificio que se veía a lo lejos.
-¿Cuál?
-Ese edificio en medio de la avenida que tiene
la cara de Evita.
-Sí, ¿Qué pasa?
-Ahí estuvo el cuerpo de Evita escondido
después de que lo robaran.
-Pobre Perón –dijo acongojado García.
-No, ¿Por qué? Después se lo devolvieron.
Juan
siguió caminando hacia retiro, sin darse cuenta que el sargento se había
quedado mirando el edificio.
-¡Eu! ¡Gil! Dale, seguí que está re turbio
esto.
-¿No podríamos ir a ver si hay algún monumento
o algo?
-No va a haber nada, eso fue hace años.
García
se volvió y continuó caminando. La calle estaba desierta. La gran avenida se
encontraba llena de autos pero no habían personas caminando.
-¿Qué habrá pasado? No hay un cristo en la
calle –dijo el sargento.
-¡Qué se yo! ¿Y ese?
Venía
caminando un hombre con un chumbo en la mano.
-Denme todos los objetos de valor que tengan
–dijo el chorro mientras les apunaba y miraba para todos lados –Dale, dale,
rapidito antes de que llegue alguien.
García
abrió su bolso ¿Que le roben a un policía? Una pícara sonrisa apareció en su
cara. Sintió un impulso, le pegó un derechazo en el estómago y, sin
proponérselo, le quitó la pistola.
-¡Qué rapidez! –expresó Juan.
El hombre,
al darse cuenta, se enderezó y corrió en dirección contraria a la que iban
ellos.
-A mí no me iban a robar.
-Lo felicito sargento, muy astuto de su parte.
Continuaron
caminando y se detuvieron a comprar cigarrillos en un quiosco, de esos que
tienen todo: ciber, cabinas telefónicas y hasta fotocopiadora.
-¿Sabés que me dejaste intrigado? –dijo García
con los ojos entrecerrados -¿Qué fue lo que pasó con el cuerpo de Evita?
-Yo sólo se eso que te dije, el cuerpo de
Evita estuvo allí.
-Voy a buscar en internet, a ver qué
encuentro.
Pidió
una computadora, se sentó y buscó en google: “cuerpo de Evita Perón”. Abrió el
segundo link de un portal donde apareció la biografía de ella y un informe
detallado sobre los destinos de su cuerpo.
-¡Qué interesante! –dijo García –Hay
muchísimos baches en la información.
-Si, pobre Eva. La fueron llevando de un lado
a otro…
-Isabelita ¿Realmente la habrá traído?
-Me parece imposible. Habrá que averiguarlo.
-“El cuerpo, todavía bello, de Eva ue
depositado en una tumba de cuatro metros y medio de profundidad, en un sector
privado del cementerio de Recoleta, en Buenos Aires” –Leyó…
Esa tarde, siguieron fabulando respecto al
cuerpo de Evita. Como era de esperarse, el inquieto sargento quería ir a
confirmar que el cuerpo estaba allí, pero Juan no se lo permitía. En el
colectivo, seguían discutiendo mientras iban al departamento donde se alojaban.
-Es muy peligroso, debe haber seguridad –dijo
Juan.
-No creo, pasó hace muchos años.
-Aparte pobre Evita, que en paz descanse.
-Yo te digo, el cuerpo está allí.
Delante
de ellos, se dio vuelta el chorro que les había intentado robar en la nueve d
Julio y les dijo:
-Mi padre siempre dijo que ése no es el cuerpo
de la señora de Perón.
-Pero vos ¿Qué haces acá? –dijo Juan con cara
de horror -, vos sos el chorro de la avenida.
-Sí, éste –señaló al sargento –me dio una
verdadera tunda.
-Te lo merecías, yo soy sargento –dijo García
-, a mí nadie me roba.
-Bueno, bueno, cuéntenme qué quieren hacer
para averiguar si ése es el cuerpo de Evita.
-Queremos aprovechar esta noche e ir al
cementerio de Recoleta, abrir el ataúd y ver si es cierto.
-Es imposible –dijo Juan -, se encuentra en
una cámara acorazada en un banco decía en internet.
En una
tumba de cuatro metros y medio de profundidad.
-Nah, es una boludez –dijo el chorro –yo robé
varios bancos y no es la gran cosa. Con las herramientas precisas…
García
lanzó una mirada cómplice a Juan.
-No, definitivamente no.
-Dale Juan ¿No te da intriga?
-Es un cagón –dijo el chorro.
-¿Qué decís? No me conocés vos…
-Y bueno, demostrame que no lo sos.
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