Taller de Producción y Comprensión de Textos II
El ser argentino no simboliza nada, y lo simboliza todo a la vez. La
argentinidad que llevamos todos encima acarrea la torpeza de caer,
lamentablemente repetidas veces, pero del mismo modo, la tozudez de volver a
levantarse incontablemente y pelearla, buscar y lograr salir adelante.
Los argentinos somos los luchadores, que combatimos para llegar a fin de
mes, que sufrimos el día a día, pero logramos progresar. Somos los Australes,
los Patacones, los Lecop. A su vez somos la opulencia, el tirar alimentos, un
Puerto Madero gigante.
Podría describirse al argentino como un ser de doble personalidad o
identificarlos en la imagen de dos hermanos gemelos que se llevan mal, aunque
cada tanto se amigan para jugar algún partido de fútbol y patear para el mismo
lado. Lo argentino es una buena milanesa napolitana y el dulce de leche, pero
irónicamente también lo argentino es el sushi y el chocolate Premium.
El argentino se relaciona con lo chanta, con lo malo, con lo peor, pero
de la misma manera con lo noble, con lo bueno, con lo creativo.
La palabra argentino trae consigo infinidad de cosas, significaciones y
nombres, como pueden ser lamentablemente Galtieri, Videla, Astiz y demás,
aunque también acarrea nombres como Monzón, Maradona, Gardel.
Los argentinos somos el tango y el rock, del mismo modo que somos la
cumbia. Somos lo clásico y lo alternativo, lo punk y el pop.
El ser argentino está implícito en todo, desde nuestra forma de actuar ya
sea para pedir 30 minutos de descanso en clase, como de reaccionar. Nuestras
formas de hablarnos, de mirarnos, de relacionarlos, de querernos y de odiarnos.
Por todas estas cosas digo que ser argentino es ser nada. Pero también
por ésta hermandad escondida, esta relación cariño-odio es que ser argentino es
un todo. Los argentinos somos eso, todo y nada. Hermanos de sangre con mal
carácter para con el otro.
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