Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Domingo
al mediodía en la casa de la abuela, medio dormido y con marcas en la cara de
almohada me siento en la última silla, donde dicen que va “el macho de la
casa”, cuenta mi abuelo y me golpea. Mientras espero la comida veo a mi tío
mirando las carreras, tan lejos y tan cerca, aislado. Mi madre enterándose de
los chusmeríos del viejo barrio donde nació se la pasa platicando con mi
querida abu y mis tías. Me entero que “la Peyu ” está embarazada. Cuando era chiquito me
encantaba la Peyu ,
me pongo algo triste y me voy a jugar con Coco y Fiorella. Mi viejo discute de
política con el Toro que viene todos los domingos al barrio a la casa de mi
querida abuela.
En el almuerzo, nos llaman a todos, a los chiquitos les hacen
una mesita afuera con sillas de juguete mientras los grandes entre risas se
acomodan adentro. Aunque yo quisiera comer con los chiquitos me voy al lugar
“del macho”. Mientras comemos se arman las triviales conversaciones que nos
hacen los Abalos y los Arandas, conversaciones triviales que a nada llegan, sin
embargo algo me llena. ¿Serán las palabras de mi abuelo que nada dicen? ¿o las
risas de mi abuela que a nada llegan? ¿será? ¿qué será? Estoy triste, y ahora
de a poco, ese vacío de sus palabras y sus risas me van desahogando el
espíritu, no entiendo qué es lo que pasa, lo que sucede dentro de mí ahora,
hace dos segundos estaba riéndome de las palabras (mentiras) que decía mi
abuelo y ahora me encuentro solo recordándolo, triste pero sin llorar, llorando
pero sin lagrimear. Es fría la habitación, y sus palabras me abrigarán bastante
abuelos queridos.
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