miércoles, 28 de noviembre de 2012

Casa de mi abuela Lili

Javier Ábalos
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Domingo al mediodía en la casa de la abuela, medio dormido y con marcas en la cara de almohada me siento en la última silla, donde dicen que va “el macho de la casa”, cuenta mi abuelo y me golpea. Mientras espero la comida veo a mi tío mirando las carreras, tan lejos y tan cerca, aislado. Mi madre enterándose de los chusmeríos del viejo barrio donde nació se la pasa platicando con mi querida abu y mis tías. Me entero que “la Peyu” está embarazada. Cuando era chiquito me encantaba la Peyu, me pongo algo triste y me voy a jugar con Coco y Fiorella. Mi viejo discute de política con el Toro que viene todos los domingos al barrio a la casa de mi querida abuela. 
En el almuerzo, nos llaman a todos, a los chiquitos les hacen una mesita afuera con sillas de juguete mientras los grandes entre risas se acomodan adentro. Aunque yo quisiera comer con los chiquitos me voy al lugar “del macho”. Mientras comemos se arman las triviales conversaciones que nos hacen los Abalos y los Arandas, conversaciones triviales que a nada llegan, sin embargo algo me llena. ¿Serán las palabras de mi abuelo que nada dicen? ¿o las risas de mi abuela que a nada llegan? ¿será? ¿qué será? Estoy triste, y ahora de a poco, ese vacío de sus palabras y sus risas me van desahogando el espíritu, no entiendo qué es lo que pasa, lo que sucede dentro de mí ahora, hace dos segundos estaba riéndome de las palabras (mentiras) que decía mi abuelo y ahora me encuentro solo recordándolo, triste pero sin llorar, llorando pero sin lagrimear. Es fría la habitación, y sus palabras me abrigarán bastante abuelos queridos.




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