miércoles, 28 de noviembre de 2012

Lo inmensamente grande, ínfima porción de oscuridad


Ezequiel Toré
Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Abro los ojos, los cierro. Da lo mismo una cosa o la otra.
A la izquierda noche, a la derecha noche, arriba noche. Todo negro. La conciencia se reduce a saber que debajo de mí está mi cama. Busco la luz roja, esa ínfima porción de luminocidad que me proporciona el stand by del televisor.
La luz se fue. El silencio es absoluto, me atrevo a decir que es cercano o lo que debe escucharse en el interior de una tumba. Alzo la mano tan alto como puedo, no alcanzo a tocar nada. Estoy vivo.
Oscuridad, noche, vacío, estoy rodeado de todo y de nada, sé que en torno a mi cama está ubicado todo lo que poseo, pero no puedo ver, no puedo corroborar su exiustencia.
Tomo conciencia de que mi celular proporciona un ápice de luz. Tanteo a mi izquierda, busco, encuentro, abro la tapa, no hay resultado, no tiene batería. Mi respiración se agita, siento calor, frío, respiro, tiemblo. Me siento y trato de pensar, sólo logro hilar tres palabras “salir de  ahí”.
Me pregunto si es más inteligente mantenerme en la cama o intentar llegar a la puerta, analizo las opciones. Definitivamente lo mejor es ir en busca de alguna vela. Giro mi cuerpo en sentido contrario de las agujas del reloj, todo negre. Miro hacia el piso, todo negro. Siento desconfianza de apoyar mis pies en el piso, por miedo a que la profundidad de la  negrura me engañe, la posibilidad de caer me estremece.
Alzo el pie derecho y lentamente lo hago descender a donde, se supone, hay una baldosa. Sentí frío, lo que convierte al piso en una realidad.
Tomo coraje al erguir mi cuerpo, doy dos pasos y, de repente, me encuentro navegando en un mar de aguas negras, casi ahogándome en el espacio infinitamente basto y sinceramente pequeño.
No me choco contra nada, no toco nada. Todo está más oscuro. Decido sentarme, para lo cual, doblo lentamente las rodillas y tanteo con las manos en dónde se van a posar mis gluteos. Me siento en posición de chinito y me refriego los ojos, con la esperanza de que éstos se acostumbren a la oscuridad.
Bajo lentamente la espalda y rezo para no caer por un pozo que sé que es, en realidad, inexistente pero que la negrura y mi imagición me obligan a crear. La sangre se me atorbellina pensando que en el interior de ese cubículo hay en verdad, un enorme e infinito vacío.
Mi ubicación es incierta, no hay manera de que sepa geográficamente en qué parte de la habitación me hallo, sólo sé que estoy recostado en el piso. No oigo nada, no veo nada, no toco nada, no siento nada, ¿seré yo la nada? ¿quién soy, dónde estoy? Ya todo lo que fue cierto parece no serlo, ¿cuánto tiempo llevo acá?¿estoy acá, o es un sueño? Creo que mi mente me engaña.
Abro la boca para gritar, pero el vacío puede oprimirme el pecho y apagar todo sonido. Despierto. Estoy en el suelo, en medio de mi habitación. Desencajado, echo un vistazo hacia todas las direcciones, todo permanece donde debe estar.
Me convenzo de que fue un sueño, aunque en mi interior, entiendo que no pudo ser una mera ilusión, o un invento, todo aquello que viví. Todo parece estar normal, me hice sonar el techo y mi cabeza quedó hacia arriba.
En el techo hay marcas de uñas y la ventana está abierta, ¿habré estado solo?
  

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