Taller de Comprensión y Producción de Textos I
En el intento desesperado de dibujar al ave, el impacto había
ingresado justo en mi cabeza. Desde el árbol desnudo se acercó un pájaro
cantor. Sobre el cuerpo de Bauman pegaba pequeños saltos, como empujándolo,
buscando su resurrección.
Recorrió su pecho hasta llegar a la cabeza. Mirándolo fijo, de su
pico salió una melodía y, velozmente, se introdujo por su boca, en una pausa
donde, de a partes, sumergía su cuerpecito dentro de los cachetes de aquel, que
un día, había sido un hombre.
De inmediato, el muchacho abrió los ojos. Enceguecido, tomó su
rifle, saltó la trinchera y, corriendo, se introdujo en la que seguía.
Concentró su visión y su energía en los soldados enemigos, y aunque escuchaba
silbar los tiros cerca de él, no parecían afectarle. Prosiguió a terminar con
la vida de los agresores, haciendo lo mismo en las trincheras siguientes.
Los proyectiles comenzaron a ingresar en su
cuerpo, él los recibía como si s cuerpo fuera inmaterial, como si aquello no
estuviese dañándolo. Una bala de gran tamaño alcanzó alguna parte sensible.
Fueron cinco los soldados que lo embistieron en el suelo,
golpeándolo y acuchillándolo. Bauman, desde el suelo, comenzó a cantar. Pero no
era su voz la que escuchaba, sino la del ave, esa que él había visto antes de
morir.
Al abrir los ojos, se encontraba en la camilla de un hospital de
guerra. Creyó que todo había sido una invención de su mente soñadora. Se
esforzó por hacer memoria.
De repente, comenzó a toser, atragantado, de a poco se ahogaba. Una
enfermera que pasaba le presionó la panza y Bauman sintió como escupía aquello
que no lo dejaba repirar: una pluma pequeña.
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