miércoles, 28 de noviembre de 2012

A tiempos difíciles...

Juliana Zurita
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

-              Mierda, otra vez me olvidé del agua.
Corrió hasta la cocina y apagó la hornalla. Hacía tiempo que no andaba bien de una pierna, razón por la cual rengueaba todo el tiempo. Preparó el mate, se quemó la lengua, escupió el agua y gritó:
-              -¡La puta que estaba caliente!
       Se sentó e indignado por haberse quemado, se puedo a leer el diario:
-              En este país las cosas no cambian más eh. Yo no puedo creer todo lo que está pasando- dijo en vos alta y se quedó pensando un rato. Miró su reloj y exclamó:- Cervino me deja plantado otra vez t lo mato.
Como todos los jueves de los últimos años, los amigos se juntaban tomar vino y jugar al truco, hasta quedar totalmente ebrios y divagar acerca de la vida.
Desde la cocina escuchó el ruidoso motor del auto de Cervino y salió a la puerta para recibirlo.
-              Perdoname Juancito, pero como siempre todo es un caos y no sé qué carajo pasaba en la ciudad pero estaban todos como locos- exclamó Cervino, el más viejo de los dos.
-              - No me importa ¿El vino lo trajiste?
-              Má vale que lo traje, jamás me lo olvidaría.
-              Y no sé, venís medio flojito viste.
-              No jodas Juan, pasame la soda y dos vasos que con este calor me estoy muriendo de sed.
Mientras Juan iba a la cocina a buscar las cosas, su amigo lo miraba con atención y, en medio de una carcajada, le gritó:
-              Cada vez estás peor de la pierna viejo ¡qué mal te vienen los años a vos!
-              Bueh, el muerto se ríe del degollado. Si vos andás peor que yo. No te olvides que tenés una parva más de años.
-              No  jugués conmigo, mira que apago el audífono y dejo de escucharte.
Ambos estallaron de risa con una carcajada. Se llevaban muy bien desde hacía años, habían sido compañeros cuando militaban con los peronistas de izquierda, por lo que tenían mucho en común.
-              ¡Vamos, Juan, brindemos por nuestro general! – exclamó Cervino levantando el vaso de vino.
-              ¡Viva Perón carajo!- dijeron ambos a dúo.
Sacaron las cartas y juegaron al truco. Bebieron y bebieron hasta la noche, cuando ta no tenían más vino.
-              Juan vos que sos  más joven, andate al almacén a comprar más- dijo Cervino mientras tomaba el último sorbo.
-              Ni por putas casualidades salgo a esta hora con todos los chorros que andan dando vuelta al asecho de un boludo para sacarle todo y dejarlo en pelotas.
-              ¡No seas cagón! Dale andá que no te va a pasar nada.  Aparte acá en el barrio te conocen todos.
-              No es ése el problema. Si fuera por mí voy, pero estoy cagado. El otro día mataron a uno de una puñalada, entraron a robar a lo de Raquel y le desvalijaron la casa, violaron a una nena de doce años. Está todo para atrás y no tengo ganas de que me jodan- terminó  la frase y por su tono de vos se lo notaba realmente preocupado.
-              ¡Estás flojito eh!- exclamó Cervino luego de un rato.
-              ¡Qué voy a estar flojo! Estoy harto de que pasen cosas todo el tiempo, uno vive cagado hasta las patas cada vez que sale de su casa, ¿o me vas a decir que no? ¡Vamos viejo!
-              Puede ser- Afirmó Cervino, dio un respiro y continuó:- aunque me parece que estás exagerando todo un poco más de la cuenta,
-              ¿En qué país vivís?
-              ¡En el mismo que el tuyo! Pero tiempos difíciles y complicados eran los de antes, y ya sabés cómo era la cosa si a los gorilas no le gustaba lo que hacíamos. Tuvimos que estar meses enteros encerrados si no nos mataban de un tiro, y no exagero nada Juan- dijo rápidamente al ver la expresión de su compañero- por que zafaste más de una vez. Así que no me digas boludeces.
El clima se había puesto tenso. Por un par de minutos el silencio incómodo inundó la casa. De fondo se escuchaban los ladridos del perro.
Después de un rato largo Juan se paró y fue al baño. Tiró la cadena y volvió diciendo:
-              Sí, tenés razón, con los milicos la cosa era dura. Pero ahora que estamos en democracia  y tenemos la posibilidad de elegir, no estamos tan lejos  de lo que vivimos hace 30 años.
-              ¿Decís qué el gobierno de Cristina es una dictadura encubierta?
-              No estoy seguro, ni me animaría a decirlo de esa forma, pero…
-              Yo no me arriesgaría a decir eso- interrumpió con rapidez Cervino preocupado.
-              ¿Por qué no?
-              Y… es muy jodido eso que dijiste. Yo por mi parte no lo comparto, viste.
Estaba claro que Cervino no tenía ganas de discutir y, además, veía a su amigo muy seguro de lo que pensaba.
-              Qué se yo. Yo no estoy tranquilo, para nada. Cada vez que prendo la televisión es todo una mierda. Te juro que me da asco, bronca, una mezcla de sentimientos horrible. Hace mucho tiempo que venimos así: de mal en peor, un boludo mata y no le pasa nada.
-              Bueno pero eso no es un problema del gobierno, va más allá de lo que hace o no Cristina.
-              Sí, pero mirá el canal 7 y vas a ver lo que te muestran, parece que viven en otro mundo, como vos, Cervino, te juro que no te reconozco.
-              ¿y qué tengo que ver yo acá? ¿Qué culpa tengo de todo lo que está pasando?
-              Ninguna, pero por lo menos antes peleabas, te preocupabas.  Ahora ni cuenta te das de lo que anda pasando.
-              ¡Basta Juan! Me tenés cansado. Yo ya hice todo lo que pude cuando puede ¿Ahora qué voy a hacer? Estamos viejos amigo, hay que aceptarlo- exclamó intentando calmarlo. Aparte nos tenemos que cuidar, no estamos para boludeces.
-              ¿Boludeces? ¿Te parece una boludez  lo que estoy diciendo? Andate y no me rompas más las pelotas.
-              Estas re borracho, no tenés ni idea lo que estás diciendo.
-              Sí que sé y vos sos un tibio, cagón.
Cervino lo miró fijo a los ojos, no entendía la reacción de su amigo. Se paró, fue a la puerta y antes de irse le dijo:
-              Te fuiste al carajo, después no vengas llorando.
Se escuchó el portazo y Juan se quedó sentado solo en la silla esperando que su amigo regresara. Estaba confundido, arrepentido, tenía ganas de vomitar por todo lo que había tomado.
Fue corriendo al baño, peor su pierna hizo que se cayera, por lo que quedó tendido en el piso inmovilizado. Se puso a cantar la marcha peronista, como para pasar el rato, hasta que calló.







No hay comentarios:

Publicar un comentario