miércoles, 28 de noviembre de 2012

El Rosedal

Ana Carbonetti
Taller de Comprensión y Producción de Textos II

Era una espina, una astilla. Una estaca en la que anclé una parte de la historia. La grieta en el relato, en mi escritura. Nunca pude escribirla, ni siquiera esa satisfacción me dio. 
El marrón insípido de los ojos comunes impedía lo subyacente, el trasfondo.
Una mirada siniestra y deslumbrante proporcionalmente igual en cada ojo. Pestañas distraídas, pómulos sin relieve y una piel tan blanca que era objeto de trueque en el mercado negro. Tres líneas castañas que atravesaban el ojo izquierdo como resortes de un teléfono le cubrían la pupila más dilatada. Sólo a veces miraba con el ojo verdadero. Nunca comprendí con certeza con cuál de los dos mentía…
Fue como un blues: melancólica, bohemia, intratable. No existen jaulas para las libertades desmesuradas ni cuerpos que resistan la tortura sistematizada de la omisión. 
Esa mujer era rosas y espinas.
Me enamoré de un monstruo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario