lunes, 20 de junio de 2011

Aguafuerte

José Álvarez
Redacción Periodística
Tecnicatura Superior en Periodismo Deportivo


Antes de ingresar a la Facultad, cuando recién me había inscripto, una amiga que estaba a punto de recibirse me preguntó:
- “¿Pensás Militar?
- ¿Dónde? - Le contesté extrañado.
- En la Facu- me Respondió, como quien habla de lo más obvio del mundo.
- ¿Cómo voy a saber que voy a miliar si no conozco a las agrupaciones? - pregunté, como quien pregunta lo más obvio del mundo.
- Ya vas a entender, respondió, finalizando la charla con ese maldito tono que distancia a quien sabe de qué habla del que no.
Al mes de cursada, ya sabía de qué hablaba, o al menos creía saberlo, ya que casi automáticamente pude distinguir y agrupar a dos tipos de militantes: el comprometido, y el de cotillón y/o levante.
Al primero no me queda más que respetarlo. Más allá de que considere que es imposible que una persona se vea representada por ideales teorizados por algún personaje que murió hace décadas, al menos buscan algo y luchan por eso, dedicándole tiempo y esfuerzo físico y mental.
Al segundo no me queda más que despreciarlo desde lo más profundo de mi observadora y oscura alma. Pequeño gilastrún que se hace pasar por alguien que no es, llegando al punto de leer cosas que no le interesan, de hablar de temas de los que no tiene opinión y sólo repite el folletaje, de ponerle el pecho y enarbolar banderas de las que en algunos años olvidará el color, con el único objeto, y objetivo, de mirarle el culo a la petisita que camina adelante, con remera partidaria y shorcitos rotos, o de hacerle el amigo a esa tremenda morocha que después termina yéndose adormir con cualquier otro gilastrún.
Y lo peor de todo es que estos personajuchos se convencen a si mismos de lo valioso y honorable de su lucha. Y discuten con los gilastrunes de los otros partidos, y hasta son capaces de llegar a las manos por cuestiones políticas, cuando en realidad mientras discuten miran de reojo hasta confirmar que la colorada tetona los está mirando.
“Lástima no se le tiene a nadie, viejo” dijo alguna vez Diego Maradona. Qué quieren que haga, a mí estos pibes me dan lástima. Perdóname Diego.

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