domingo, 5 de junio de 2011

Sentir la nada

Eluney González
Taller de Comprensión y Producción de Textos
Tecnicatura en Periodismo Deportivo


Me destapo y el frío me recorre desde la punta de los pies hasta la frente, escalofrío tras escalofrío. Estiro la mano para prender la luz, pero no encuentro el interruptor. El cuarto está oscuro. Escucho voces que me recuerdan algo, pero no sé qué es. Los nervios comienzan a florecer.

Siento que soy una marioneta, que alguien me maneja. Las voces se convierten en gritos ensordecedores, me desesperan. Me tapo los oídos para huir del tormento por sólo una cuestión de segundos. Los destapo, ahora sí, una tranquilidad absoluta. Mis pensamientos se contradicen entre sí, como si hubiera otro Yo en mi cabeza.

Las plantas de mis pies comienzan a sentir que se introducen en algo líquido, como una especie de charco. Intento tocarlo con mis manos, pero no percibo nada. Aún no logro ver con claridad; la oscuridad parece imposible de superar.

Grito en busca de ayuda “¡Hey! ¡Hola! ¿Alguien me escucha?”. Pero sucede algo más tenebroso, no me puedo escuchar. Alzo la voz cada vez con más ganas, pero nada. Golpeo con mis manos en los oídos para confirmar si estaba sordo, o no. Lo escucho perfectamente; es más, descubro un eco que se vuelve permanente.

Desesperado, completamente alterado y sin entender qué pasa vuelvo a mi cama. Me quiero tapar hasta la cara, pero no la encuentro. No encuentro nada, no escucho nada, no siento nada, no veo nada. ¿Qué me pasa? ¿Estoy soñando? Estoy totalmente convencido. Estoy muerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario