domingo, 26 de junio de 2011

La mancha de café

Aylén Melano
Taller de Comprensión y Producción de Textos I


Cuenta la historia que hace 20 años atrás, un joven organizó salir a bailar con sus amigos a “Violeta”, un boliche poco concurrido ubicado en las afueras de la ciudad, para festejar su cumpleaños.

Un martes 13, a las 5:15 de la madrugada, cansado de bailar y con muchas bebidas encima, decidió sentarse. Al mirar a su lado, notó que una hermosa joven lo observaba y lentamente, se acercaba dispuesta a entablar una conversación. Frente a tanta belleza, lo único que Juan logró decir fue que era su cumpleaños, y le rogó que, como regalo, bailase con él. Ella, muy contenta, accedió y ambos se dirigieron a la pista, ubicándose en el centro donde todas las luces los alumbraban.

Pasaron varias horas y sin darse cuenta, la música ya había cesado, la gente se encontraba afuera y los policías sacaban a aquellas personas que todavía se encontraban dentro sin intenciones de retirarse. El cumpleañero, agradecido por tan hermoso regalo, invitó a la dama a desayunar y luego le ofreció acercarla a su casa.

Comenzaba a amanecer y el frío aumentaba a cada minuto. Juan le entregó su campera a la joven y se sentaron a tomar un café en una parador muy cerca de la entrada a la cuidad. Ella, sin querer, derramó café sobre el saco recién prestado y disculpándose, le pidió quedarse con éste para lavarlo y entregárselo al día siguiente. Él accedió tomándolo como una excusa para volverla a ver y luego la llevó a su casa.

Al llegar, ella le dio un beso y rápidamente, se bajó del auto dispuesta a ingresar a su hogar. Juan la detuvo para preguntarle su nombre y la joven, entre risas, le contestó: “Clara”.

Al día siguiente, Juan se despertó muy esperanzado porque la volvería a ver. Cuando el reloj marcó las 6 pm, salió rápidamente y se dirigió a la casa de Clara. Al bajarse del auto, tocó la puerta y una señora mayor lo atendió preguntándole qué era lo que necesitaba. Él, de manera muy seria y seguro, le preguntó si podía hablar con Clara. La mujer comenzó a llorar y enojada le exigió que se retirara de allí, no entendía cómo la gente podía ser tan mala y hacer ese tipo de bromas. Juan, atónito, le pidió que le explicara el por qué de su llanto y la mujer, de manera grotesca, le respondió que su hija Clara había muerto hacía 2 años. Él le contó sobre la noche anterior y ella, casi sin creerlo, lo envió al cementerio donde yacía el cuerpo de su joven hija.

Juan, asustado y sin creer esta historia, se dirigió al panteón y después de una hora de recorrerlo, se quedó inmovilizado frente a una tumba que decía: “Aquí yace Clara Marinero (4-03-69/22-05-86)” y sobre ésta colgaba una campera que estaba acompañada por una rosa; era la suya, la que Clara había utilizado la noche anterior.

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