miércoles, 16 de junio de 2010

La sociedad que me margina

Por Noelia Torres

Taller de Comprensión y Producción de Textos I

Año 2010


Me puse la vestimenta más extravagante que pude encontrar en mi armario: el frac color durazno, con bordados en toda la pechera, en color oro, con botones del mismo color.

Elegí la camisa blanca como la nieve, con un cuello que tenía los volados más espectaculares, como así también las mangas y la pechera, y me puse la calza color marfil, en conjunto con el frac.

¡Ah! Las botas... eran majestuosas. Eran de color negro, acharoladas, con un taco de cinco centímetros; la caña era tan alta que casi cubría mis rodillas. El cuero estaba bordado con motivos en hilo de oro.

Por último, el sombrero. Era de color negro, para que combinara con mis botas, con una cinta de color durazno y dos plumas de pavo real que coloqué en un costado, dándole un toque especial.

Era evidente que me habían invitado a la cena sólo porque era una persona distinguida y muy reconocida en esta sociedad, no porque les agradara mi presencia. Siempre les molestó y les dio qué hablar mi refinado y original modo de lucir y de comportarme.

Entré en el salón, en compañía de mi amiga Sarah Bernardt, la que, por cierto lucía mucho más hermosa que cualquiera de las señoras de bien en aquel lugar.

Todas las miradas se dirigieron hacia nosotros. Los caballeros me miraban, algunos con cara de espanto, otros casi no pudieron aguantar la risa. Las damas nos observaban de la cabeza a los pies; murmuraban entre ellas, se reían y horrorizaban.

Con la frente en alto, nos dirigimos a la mesa que nos había sido asignada. Estaba muy cerca la sala donde se preparaba la comida, muy al extremo y alejada de todos los comensales de mayor importancia.

Comenzaba a ser excluido de esa sociedad, me daba cuenta, pero mucho no me importaba.

2 comentarios: