jueves, 17 de junio de 2010

Las manos del pibe

Por Camila Cremonte
Taller de Comprensión y Producción de Textos II
Año 2010


Nos conocíamos de pibes. Siempre era el que ganaba a todos los juegos y no podía aceptar que perdía: ganaba o ganaba. Era el más ventajero de todos, tenía una sonrisa tibia permanente, casi una mueca. Pero lo que más me llamaba la atención eran sus manos. Manos grandes, con dedos rolludos que a pesar de haber jugado con barro siempre estaban impecables.
Cuando fuimos creciendo, nos fuimos distanciando; yo lo quería, pero nos distanciamos. Entendí y entiendo que una buena persona es aquella que tuvo la oportunidad y no la hizo, no que no la aprovechó, sino que no la hizo. Prefirió que otro la haga, se ensucie y se traicione para mantener intacta su dignidad en una especie de altruismo. Y él, mi amigo, la había hecho.
Con los años dejamos de vernos y oí que se mudó a la Capital. Tampoco me interesó mucho recuperarlo, o saber de él, sólo fue un amigo que necesité perder.
Ayer lo vi; no conversamos pero lo vi. Se sentó en la mesa que me tocaba atender, pidió el mejor vino y la recomendación de la casa. Le dije que el guisado de lentejas, su comida preferida de siempre, era lo destacado del chef; supongo que pretendí que al verme a los ojos, me reconociera. Me miró desde su silla pero la mirada fue altiva, apoyó la copa de vino, miró a sus compañeros de mesa y comenzó a reírse a carcajadas, todos lo siguieron. Me dijo que él no comía esas cosas, que le traiga un medallón de carne con una salsa de hongos que ni siquiera entendí su nombre. Bajé la mirada, asentí y fui a la cocina. Él no había cambiado, o mejor dicho, recordé por qué me distancié.
Comencé a observarlo desde una barra, llevaba su bigote recto y renegrido, su piel intacta y bronceada. No dejaba de sonreír, pero su mueca era distinta. Sospeché de su nariz, que no era el gancho de antes. Y le vi entonces las manos, que seguían así, tan impecables.
Pensé en mis manos, las recorrí con la mirada al derecho y al revés, no me quería perder ningún detalle, ninguna arruga. Y las vi, tan dejadas, tan borrosas, tan sucias pero tan limpias a la vez. Me enorgullecí de no haberla hecho en aquella oportunidad, de no estar sentado en aquella mesa y sonreí al ver la mísera propina que apoyó sobre mis dedos aquella mano impecablemente sucia.

2 comentarios:

  1. Muy bueno Cami! Grande Moreno, siempre presente!.
    Y con respecto al tema del texto, entendí que la gente se crea otra personalidad, "inventando" algo que no lo son, para poder ingresar en otro circulo. Algo que se vive a diario.
    Un abrazo.
    Gigi

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  2. Se me vinieron muchas personas a la cabeza con este texto, sobre todo una con apodo de animal.
    Muy buen cremontin.
    Lu

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