El miedo falso

Por Susana Withington
Taller de Comprensión y Producción de Textos I
Año 2010

La mañana de abril se presentaba nublada y fresca. Las vereditas estrechas estaban cubiertas de hojas amarillas y marrones. Los colores del piso contrastaban con las paredes grises, manchadas de humedad, y con los mármoles negros.
Juan José no podía olvidar esa fecha. La pérdida de su madre había marcado un punto de inflexión en su vida. Estaba sintiendo horriblemente la soledad, pensaba en abandonar sus estudios y empezar a trabajar.
Caminaba agobiado por el recuerdo y la pena. No había otras personas a la vista en todo el predio, ni siquiera los cuidadores del cementerio.
Su recorrido era largo y desagradable, entre tumbas con tierra removida y cruces de cemento y, más adelante, un camino entre panteones y monumentos añosos.
Lo sorprendía la quietud y el silencio que interrumpían a veces los pájaros más intrépidos. Frente al sitio donde descansaban los restos de su madre, se detuvo a colocar unos pimpollos rosados.
Estaba tan sumergido en sus recuerdos que, de pronto, se sobresaltó con un ruido extraño proveniente de una bóveda. Su reacción fue observar a la distancia, invadido por un raro temor ¿Sus lecturas de cuentos de terror lo estarían traicionando? El ruido se hizo más intenso y frecuente. Luego, escuchó quejidos. Sus latidos se habían acelerado y no sabía qué hacer cuando vio que las puertas de hierro ennegrecido y vidrio comenzaban a abrirse. Sentía un sudor frío y, a la vez, un calor extremo. Una gran curiosidad le impedía dejar de mirar.
Quedó perplejo al ver a un trabajador del cementerio acomodándose sus ropas y saliendo de la bóveda como si fuera su casa. Detrás de él, sigilosa y observando a los alrededores, apareció una mujer que se arreglaba el cabello con las manos.
Poco le costó a Juan José descubrir la situación que le había generado ese miedo, y entendió que la fábula del terror, en realidad, encubría un encuentro amoroso.